UN PEQUEÑO AVANCE
Alicia y Beatriz subieron juntas
en el ascensor al finalizar la reunión de la escalera. Iban en silencio, aún no
se habían repuesto de la impresión. Había sido muy extraña.
—No sé si volveré a otra reunión
—Pero tú has visto qué gente más
rara
—Yo quería que se cambiase el
color de la fachada...
—Algunos medio transparentes, ¿tú
crees que...?
—Es que no pude votar, que había
algo que no me dejaba.
—Y la de la gestoría, que pinta
la pobre.
—Uff, la que no me quito de la
cabeza es Doña Paquita, que estaba allí tan campante. Pero sí la enterramos el
año pasado.
—Suerte que la reunión es una vez
al año.
—Pues sí, chica, que no estamos
para estos sustos.
El ascensor había llegado a su
planta. Salieron al rellano y se miraron.
—¿A ti te apetece...?
—¿Sola, ahora? Va a ser que no.
—Vale. ¿A cuál vamos?
—Vicente está por llegar —dijo
Alicia—. Mejor que no nos vea juntas, vamos a tu piso.
—¡Ja, ja, ja! Tienes razón, no
creo que lo soportase.
Beatriz abrió la puerta de su
piso y ambas entraron.
—¿Qué te apetece?
—¿Hacemos un vino? Tampoco quiero
que se me suba demasiado.
Enseguida se sentaron en el sofá
dispuestas a olvidar el mal trago de la reunión de vecinos con toda aquella
gente que parecían espectros... o en
verdad lo eran, pero mejor no pensarlo.
—¿Cómo está Vicente? ¿Ya...?
—¡Qué va! Aún tiene miedo de
acercarse y que le suelte alguna fresca.
—Bueno, él se lo buscó.
—Pues sí, pero me da algo de
apuro...
—¡Ay, chica! No te preocupes
tanto, que ya se le pasará.
—Si eso ya lo sé, pero es que
mientras tanto yo también estoy a medias y tampoco es eso.
—Vale, tú quieres alegrarte, ¿no?
—Sí, claro. Si no para qué, no te
parece.
—Pues veamos como lo arreglamos
—dijo Beatriz con mirada de picardía—.
—¿En qué estás pensando?
—En que tú disfrutes y él... bueno,
supongo que también le gustará.
—¿Estás segura?
—Tú tranquila, que lo vamos a
enredar de nuevo.
—¿Ya?
—¿A qué quieres esperarte?
—Esto, no sé, así de repente.
—¿Todavía no ha vuelto, verdad?
—No lo he oído llegar.
—Vamos entonces, será un momento.
Pasaron de un piso al otro.
Llegaron hasta el dormitorio y allí Beatriz le explicó el plan a Alicia.
—¿Tú crees Vicente que estará
dispuesto?
—Ya le viste como estaba de
salido cuando lo de la ducha.
—Sí, claro, pero la situación
tenía morbo, que él se pensaba que eras...
—No, de eso nada. Al principio
puede, pero luego no.
—Si no lo sabía, ¿cómo?
—Él podía pensar lo que fuese,
eso no te lo discuto, pero su cuerpo sentía que eras tú, su piel reconocía las
caricias de tus manos.
—¿Y por eso se puso así?
—Claro, mujer, enseguida dejó de
estar tenso y... ya viste como participaba del juego.
—...pero no sé...
—¿Y tú? ¿No te lo pasaste
requetebién?
—Bueno, sí, claro, cómo no.
—Pues ahora pasará lo mismo.
Se escuchó la puerta del piso y
al momento:
—Soy yo, ¿dónde estás?
—Pues ya lo tienes aquí, jiji,
todo tuyo.
—En el dormitorio, cariño, ahora
vamos.
Vicente detuvo su avance, no
sabía bien lo que había oído y parecía que había alguien más con Alicia.
Por el pasillo las vio aparecer
juntas y el recuerdo le hizo enrojecer, intentó parecer calmado, pero la mirada
nerviosa le delataba.
—¡Hola! ¿Ocurre algo?
Mientras Beatriz se iba hacia un
lado, Alicia fue directa hacia él y unió su cuerpo al suyo en un cariñoso
abrazo.
—No, ¿por qué piensas eso?
No le dio tiempo a responder. El
beso tapó cualquier respuesta. Por un momento Vicente mantuvo los ojos
abiertos, hasta que se sumergió en el abrazo, dejándose llevar por el momento.
Beatriz vio que era momento para
desaparecer y dejarles tranquilos a lo suyo, ahora que estaban bien
encarrilados, sobre todo Alicia, que últimamente andaba algo preocupada por
como iba su relación con Vicente. Ya no tendría por que hacerlo. Después de lo
que vendría a continuación, no. Se dirigió hacia la puerta, la abrió y se fue
tranquila a su piso. Sola, pero ya tendría sus propias oportunidades.
Entretanto, Alicia notó que ya
estaban solos y podría poner en práctica lo que había hablado con Beatriz.
Había hecho tiempo. Había sentido algo de reparo mientras lo comentaban y un
poco de vergüenza después al tener a Vicente abrazado. Pero era una buena idea
y luego estarían más unidos, que hasta ahora no las tenía todas consigo.
Se separó un poco y le observó el
semblante. Se le veía indeciso, aún no había recuperado la confianza.
—Ven, vamos al dormitorio.
Él abrió un poco más los ojos,
mostrando sorpresa en la mirada, y enseguida asomó una sonrisa expectante, a la
vez que algo nerviosa.
—¿Ahora?
—¿Por qué no? ¿No te apetece?
Alicia había adoptado una pose
sugerente, acompañando sus palabras con muy leves cimbreos de su cuerpo con los
que atraer su mirada y conseguir que le prestase toda la atención, sin que él
se diese apenas cuenta de lo que pasaba.
Se giró sin esperar más respuesta
y se dirigió hacia el dormitorio. Le complació notar que él venía detrás y se
acercaba hasta rozar con ella al traspasar la puerta.
Adivinó su intención de rodearla
de nuevo con sus brazos y se movió hacia un lado. Notó la frustración en su
gesto contenido y pensó en que esa noche ambos se iban a divertir, sobre todo
ella.
—Espera a que me arregle, ¿de
acuerdo?
—Así estás muy bien...
—¡Ya! Pero no es así como quiero
estar.
—Pero es que...
—Será sólo un momento, cariño.
—Esto, yo..., bueno.
—Eso, sé bueno y siéntate en la
cama, enseguida vuelvo, mi amor.
Vicente vio como le enviaba un
beso al salir y dirigirse hacia el baño. Comprendió que no le quedaba más
remedio que esperarla allí lo que hiciese falta. Se habían distanciado y hacía
días que le daba vueltas a la escenita de la ducha, que no sabía si aquello era
el final o todavía le quedaba una oportunidad con Alicia.
Tenía la esperanza de que
continuasen juntos y estaba dispuesto a ceder en lo que hiciese falta para que
se reconciliasen. Bueno, tanto como lo que hiciese falta no estaba muy seguro
de poderlo afirmar, que bien que se la habían jugado entre ellas dos. Ni por un
momento se hubiese imaginado a Alicia jugando de aquella manera con él,
teniéndole desnudo en la ducha y enjabonándole con tanta sensualidad.
Sólo de pensarlo ya se excitaba
de nuevo y tampoco ayudaba a calmarlo, sino al contrario, el recordar como la
había mantenido con los ojos tapados y las manos atadas a la espalda con el
cinturón del albornoz. Había creído que era Beatriz la que le hacía de todo,
pero la suavidad y la confianza que tenían aquellas manos con su cuerpo le
habían traído a la mente la imagen de Alicia.
Se había sentido confundido,
además de frustrado. Se había hecho la ilusión de una aventura, pero se había
quedado con las ganas. Limpio sí, seguro, pero nada más. Avergonzado se había
ido del piso de Beatriz. También temeroso, pues no sabía como se comportaría
después al estar cerca de Alicia. El sentido de culpabilidad le había atenazado
el resto del día. Pero lo peor vino a la noche, cuando descubrió que Alicia
estaba al tanto de todo. Demasiado al tanto. ¡Qué iluso! Le habían tendido una
trampa entre las dos y le habían cazado como un pardillo.
Los recuerdos de lo que pasó
después le habían deshinchado la excitación. Habían sido unos días tensos.
Vicente aún arrastraba el sentirse culpable y temía la reacción de Alicia. Al
final no había hecho nada, pero bien sabía que por si él fuese habría pasado de
todo. Y ahí estaba el problema. Por eso no se había atrevido a acercarse. Temía
que se lo echase en cara a nada que se pusiese cariñoso y que le invitase a
buscar en otro sitio.
Tal vez había hecho mal en querer
recordar, ahora se notaba apesadumbrado y Alicia estaría por entrar. O no, que
podía tener la intención de hacerle esperar. O peor aún. No, eso ni pensarlo,
no soportaría otra trampa. Y eso que estaba buena la vecina, pero ya se había
dado cuenta de lo peligrosa que podía ser. Vamos, que no la quería cerca para
nada. ¿Y si se habían hecho amigas? Que antes se las había encontrado juntas y
eso le daba mala espina. ¿Qué estarían tramando? Nada bueno, seguro.
Vicente miraba sin ver,
enfrascado en sus pensamientos, y no se dio cuenta que se había abierto la
puerta. Alicia lo contempló por un momento, pensaba que estaría pendiente y
quería ver su reacción al verla entrar con un conjunto que aún no había
estrenado, complementado con algo de cuero y las botas altas que llegaban por
encima de la rodilla.
Le dolió verlo así, abatido.
Seguía preocupado por lo del otro día. Se lo había notado los días siguientes.
No se había esperado que le afectase tanto y pensó que volvería enseguida a sus
brazos. No había sido así. ¿Tan culpable se sentía? Algún momento había pensado
en sacar el tema a la conversación, pero no había visto la oportunidad. Cada
vez le había visto encerrado en sí mismo o a la defensiva, y poco habían
hablado que no fuese lo cotidiano, lo normal de cada día.
Tenían que resolverlo y si él no
se había abierto todavía, sería ella que tendría que tomar la iniciativa. No
podían seguir así o antes de que se diesen cuenta ya no habría nada que
arreglar. Ahora había provocado una situación que les podía encarrilar de
nuevo. O no. No estaba tan segura como se había mostrado Beatriz. No era fácil,
claro que no. Podía pasar cualquier cosa y no soportaría perderlo. Menos si era
por que ella le había forzado a hacer algo que no quisiese o que no aceptase.
Pero ahora ya no era momento de
echarse para atrás. Todo o nada. Aunque sentía como le flaqueaban las piernas y
se le encogía el corazón, Alicia se hizo notar:
—¿Se puede?
Vicente enrojeció de verse sorprendido.
¿Cuánto tiempo llevaba allí Alicia sin que él se diese cuenta de su presencia?
¡Mierda! ¡Otra vez que lo había estropeado! ¿Y ahora...? ¡Ufff! ¡Qué maravilla!
Alicia se asustó un poco al ver
el respingo que había dado Vicente. Luego como se ponía rojo y, ¡por fin!, su
mirada. ¡Bien! Había valido la pena. Esa mirada la compensaba de los sinsabores
que habían tenido los últimos tiempos. La mirada concentrada en ella, el gesto
de maravilla, la boca... abierta. Estaba encantador, un poco idiota, pero
encantador.
Acabó de entrar, se acercó hasta
ponerse justo delante de él, gozando de su mirada, atrapándola en cuanto la
miró a los ojos, no había nada más en el mundo, sólo ellos dos. Con un menudo
gesto le impidió incorporarse de la cama. Para su propósito estaba mejor
sentado. La diferencia de altura estaba ahora a su favor y eso era lo que le
convenía.
Pensó en acercarse más, pero
desistió. Si estaba demasiado cerca él haría por abrazarla y ahora necesitaba
que hubiese una distancia, mínima pero suficiente. Desde su posición se agachó
un poco y empezó a desabrocharle la camisa. Con lentitud, sin retirar la mirada
de la suya, acariciando con suavidad cada pedazo de piel que iba dejando al
descubierto.
Para los últimos botones tiró de
la camisa hacia arriba para no tener que agacharse demasiado y perder la línea
visual con él. Sobre la marcha se le ocurrió que podía ponerle a prueba antes
de entrar en asuntos mayores.
Haló suavemente de la camisa para
que él siguiese el movimiento y ahora sí se incorporase. Le vio crecer ante
ella y sintió como se le llenaba el corazón de ansia. Siguió sus ojos con la
mirada y en el momento adecuado le echó la camisa hacia atrás, aprisionando sus
brazos en una traba. Se mantuvo expectante para saber si podía dejarla allí o
tendría que liberarle.
Vicente hacía rato que había
dejado de pensar. Desde que vio a Alicia, erguida junto a la puerta, se le
habían ido todas las preocupaciones. La imagen le había impactado y dejado sin
habla. Sólo la mirada se movió, en un recorrido que acabó en sus ojos. Se
sintió hechizado y, a partir de ese momento, siguió las leves indicaciones que
ella le hacía.
Después del deleite con que le
había abierto la camisa estaba a punto para lanzarse a lo que fuese, pero de
repente se vio constreñido. No se le había quitado del todo, sino que se la
había bajado lo suficiente para impedir sus movimientos. Por un momento sintió
malestar, le recordaba demasiado a lo que pasó en la ducha y los apuros
posteriores. No quería repetir una escena parecida de nuevo, o más bien eran
las consecuencias de su intento de aventura lo que quería evitar a toda costa.
Vio como Alicia le miraba,
concentrada en sus reacciones y a la expectativa. Sintió que allí, en ese
momento, había mucho más en juego de lo que parecía al principio. ¿Era ese su
castigo? ¿Pero cuál? ¿Cómo seguiría aquello? Si se negaba, significaría la
ruptura. Si aceptaba...
Optó por dejarse llevar. Sin
percatarse de la tensión que había mostrado, se relajó y le ofreció una sonrisa
con un toque de picardía en la mirada. Si vamos a jugar, pensó, hagámoslo a
gusto.
A Alicia se le hizo interminable
el momento de tensión. Ya estaba a punto de ceder, como si hubiese sido que se
había enganchado la ropa, para que no estropease el momento, cuando vio como le
cambiaba la expresión. Vale. No quedaba claro si aceptaba por gusto... o por
otra cosa. Daba igual, seguiría con su plan.
Con los brazos retirados, tenía
todo el pecho a su disposición y sin interferencias. Alicia se demoró en
recorrerlo, Hacía tiempo que no se sentía tan bien como ahora. Los dedos
palpaban cada detalle, entreteniéndose en seguir las líneas y los rincones. Se
acercó más. Primero posó el rostro y sintió los latidos del corazón. Sonaban a
música, a ritmo de allegro.
Movió la mejilla, se deslizó de lado
y posó los labios. Entreabiertos para abarcar un pedazo de piel. Pronto la
lengua asomó una pizca. Notaba como las sensaciones de él se acompasaban con su
ritmo, la piel se estremecía bajo sus suaves caricias. Se acercó hasta el
pezón, primero recorrió la leve profundidad de la aureola, haciendo el círculo
completo. Noto como se erguía ese poquitín el pezón. Lo apretó entre los
dientes, sin morder todavía.
Vicente se retorció en un
movimiento que no sabía decidirse entre la huida y el ofrecimiento. Aquel
jueguecito le estaba excitando, aunque fuese bastante más despacio de lo que él
querría. Sabía que ella marcaría el ritmo y lo adaptaría a su apetencia. Si
quería seguir tendría que aceptar. Hasta el final era su deseo, pero de eso no
estaba tan seguro.
Alicia se apartó un poco, paseó
la mirada por el pecho y le miró detenidamente a los ojos. Veía su deseo, que
se la comería allí mismo y ahora; pero eso ya había ocurrido demasiadas veces a
su manera y no siempre quedaba satisfecha. Hoy el menú sería más variado... y
con más platos que degustar.
Bajó las manos hacia su cintura,
primero hacia los lados, luego las movió lentamente hacia delante. Su expresión
seguía sonriente, pero ahora se añadió una onza de expectación. Pronto habría
también frustración y se rió pensando en que sería un poco mala con él, lo
suficiente para devolverle alguno de los malos ratos que le había hecho pasar.
Llegó hasta el cinturón, tiró
para abrirlo y empezó a extraerlo de las trabillas. Le complació la mirada
extrañada. Esto no te lo esperabas. Y a saber que pasará ahora por tu cabeza de
chorlito.
Vicente había comprimido un poco
más el estómago cuando notó que Alicia le abría el cinturón. Había echado un
poco de barriga, bueno, muy poca, apenas se notaba, claro que era algo que podía
destacar más de la cuenta. Iba a mover las caderas para ayudar a bajar el
pantalón, pero no haría falta. ¿Porqué se lo sacaba? Y ahora enrollaba un tramo
en la mano. Esto... ¿no pretendería...? No se la imaginaba propinándole una
azotaina, pero hacía rato que le estaba sorprendiendo y ya no estaba seguro de
nada, menos de lo que podría ocurrir después.
Alicia se cuidó de que sus manos
estuviesen bien a la vista mientras enrollaba un trozo en la izquierda. Seguro
que no se daría cuenta de que no sería con esa que intentaría nada. Sólo vería
el gesto y empezaría pensar. Pues sí, estaba intranquilo, ya se veía con el
culo colorado. Bueno, hoy tal vez no, pero otro día quién sabe.
Manteniendo sujeto el cinturón,
movió la mano hacia atrás de él y lanzó para que el otro extremo llegase hasta
la derecha. Asió el extremo contrario a la hebilla y lo fue subiendo hasta el
cuello. Entonces tiró hacia abajo para obligarle a agacharse un poco de manera
que lo pudiese manejar con facilidad.
Una vez sujeto con el cinturón
por el cuello dio un pequeño tirón para mostrarle una idea de como seguiría el
juego. A continuación lo dirigió hacia delante, apartándole de la cama que
todavía estaba sin deshacer. Giraron y le llevó tras ella hasta la cabecera.
Movió los cojines que la adornaban hasta la posición donde le pareció que
estaría más cómoda cuando se reclinase.
Vicente comprendió que en este
juego le tocaría verlas venir. Seguía con los brazos aprisionados por la
camisa. Sí, podía haber hecho para soltarlos, pero eso hubiese estropeado la
escena, así que seguía como antes. Bueno, no, ahora estaba más limitado.
Después del sobresalto del cinturón vio como se lo colocaba al cuello, pasaba
la hebilla por el extremo y lo cerraba hasta apretar ligeramente. Con el tirón
un poco más. Le tenía bien sujeto y tendría que colaborar según le fuese
marcando. Tampoco sería problema, volvía a notarse excitado y se hacía una idea
a lo que vendría después.
Alicia también notaba la
creciente excitación, en sí misma y en Vicente. El plan funcionaba según lo
previsto y llegaba el momento de pasar a mayores. Sin soltar el cinturón que le
mantenía sujeto, le liberó de la camisa con la otra mano. Cuando él se echó
hacia delante, le paró poniendo la mano en su pecho.
—Así no, esta vez se hará a mi manera.
Pensó en si sería mejor retirarle
los pantalones o dejarle como estaba. Iba a bajárselos cuando recordó que
estaría con el slip de todo el día, que iba bien para diario, pero ahora la
podía desencantar. Sí que se lo podía imaginar con uno elegante, de vestir,
pero no quería arriesgarse a perder la libido, que el cosquilleo que sentía no
era para dejarlo irse así como así.
Alicia se fue echando hacia atrás
hasta sentarse en la cama y recostarse en el trono que había formado con los
cojines. A la vez iba halando del cinturón para que él siguiese su movimiento y
se agachase hasta quedar arrodillado frente a ella.
Vicente mantenía la tensión en el
cinturón. Había entendido el juego. Haría la oposición justa para que ella
tuviese que dirigirle hacia donde más le apeteciera, manteniendo así el control
de la situación. Había notado como se le había acelerado un poco la respiración
y como el rubor ya empezaba a asomar en su cuello y en los hombros. Al verlo,
su propia excitación se expandía con fuerza dentro del pantalón.
Alicia, en cuanto estuvo en
posición, recogió buena parte del cinturón. Más que atarle corto, que ni
pensaba en eso como antes, quería llevarle a cada rincón, a cada pedazo de piel
hambrienta de placer. Con la mirada le invitó a contemplarla, quería ver donde
iban sus ojos. ¿Qué le atraería más? Tiró hacia ella y lo acercó hacia una de
sus rodillas, tapada por la altura de la bota. Al olor de su perfume se uniría
el del cuero limpio. Vio como se avenía a acariciarla.
Mientras su rostro rozaba la
parte superior, con las manos masajeaba el tobillo y la pantorrilla, haciéndole
notar la presión. Quería que subiese y tiró un poco. Él empezó su recorrido por
el muslo, besando su pierna por encima de la media. Primero por fuera hasta
llegar casi a la cadera, luego se retiró para besar el interior. Tenía la
mirada fija en el destino final y su boca se acercó peligrosamente. Notaba como
el deseo fluía por su cuerpo y estuvo en un tris de dejarle llegar para sentir
su caricia.
Vicente se detuvo de repente a
escasos centímetros del volcán de ella. El gesto fue perentorio, incluso
brusco. Si no llega a tirar se hubiese lanzado a fondo. ¡Las ganas que tenía
desde hacía rato! Vale. Vamos por la otra pierna. De nuevo desde abajo. El
masaje intenso para superar la barrera del cuero, que queda muy bien
estéticamente, pero aísla la piel en el interior.
Luego por fuera. Desde la rodilla
hasta arriba de la pierna. Un beso largo y sistemático, haciéndote sentir el
fuego de mis labios. También algunos toques de lengua. Pocos, espaciados en
esta primer fase. Una pasada por el lateral, otra un poco más arriba, después
por el centro. Antes fueron dos recorridos, ahora serán unos cuantos más.
Veremos si puedes soportarlo sin dejarme llegar hasta el final. Tu mirada se
desborda de gozo. Un poco hacia dentro, esta zona está más sensible. La última,
lenta y sugerente, más lengua que labios, la piel del interior de la pierna
estremecida, ya desde la zona tapada por la media. La parte descubierta
sensibilizada desde antes de que llegue. Más despacio. ¿Cuál será el límite?
¿Hasta dónde lo soportarás? Cerca, muy cerca. Lento, casi detenido. A punto del
límite. Casi nada, casi...
Alicia le detuvo en el último
momento. Había sentido el roce sin que llegase a tocarla. Sus sensaciones se
estaban adelantando a sus movimientos. El cielo ya se estaba abriendo, pero
quería más, recrearse un rato y que participase todo su cuerpo.
Le hizo subir a la cama, a su
lado. Él aceptó la invitación. Se inclinó sobre su brazo y lo recorrió en un
beso interminable hasta llegar al cuello. Cuando esperaba la caricia en el
cuello, notó movimiento por detrás y como descendía por el otro lado. Suave,
rápido. La subida lenta, demorada. Alicia se estremecía de continuo. Seguía con
la correa en la mano, aunque había momentos en que había dejado de dirigir. Si
tiraba en el momento justo, el cuello recibiría su ración, pero si le dejaba
continuar sin posarse, todavía estaría más enervado.
Vicente siguió con su recorrido
por los lados y detrás de ella, que con sus estremecimientos le excitaba cada
vez más. Por una parte quería dedicarle atención al cuello, pero una vez
llegase allí, la sensación sería tan fuerte que las otras zonas cercanas, a no
ser que hiciese fuerza, dejarían de transmitir las caricias. Optó por irse
acercando en cada pasada. Cada vez más cerca del centro. Los tramos finales
apenas un roce en la unión del hombro con el cuello. Siempre por detrás, donde
podía deleitarse sin que la sensación fuese excesiva.
No fue hasta que el rubor del
cuello era bien patente que se decidió a mordisquearlo. Con delicadeza primero,
con fruición después hasta que ella no pudo contenerse y se encogió de placer.
Alicia tomó de nuevo la rienda
del juego. La excitación la traspasaba. Le dirigió hacia delante, bordeando por
el lado, haciéndole recorrer los huecos entre los hombros y el cuello. Se
sentía desfallecer, los gemidos querían brotar, se acercaba el clímax y quería
que fuese explosivo.
Era momento para el lento
descenso al paraíso. Apenas un leve tirón para indicarle lo que quería. La piel
quería atravesar la tenue gasa que la cubría. Sintió como bajaba con toda
lentitud, recreándose en cada centímetro de piel, sin dejar ni un pedazo sin un
beso, un lengüeteo, un mordisco. Se fue acercando a la cúspide de sus pechos.
Cuando llegó al primero, sin
soltar el cinturón, le sujetó la cabeza contra ella. Él no se hizo de rogar y
le dedicó toda su atención al pezón. Los labios lo rozaron con precisión, luego
lo aprisionaron mientras la lengua lo forzaba a una intensa erección. Alicia se
sumergía en el placer, el suave mordisco la excitó aún más. La sutil
frustración de la ausencia se trocó en ansia al sentirle de nuevo al otro lado.
Igual, pero diferente. La cadencia de caricias variaba la pauta, el ritmo para
seguirla excitando. Sus gemidos mostraban la satisfacción que la recorría.
Después, por un momento, sus
miradas se cruzaron. No hacían falta palabras. Sus respiraciones estaban
alteradas. El deseo los unía en una vorágine. El juego continuaba, ya con el
cinturón medio suelto, olvidado entre goces.
Aún quedaba un trecho. Alicia se
recostó más, ofrecida en su plenitud, anhelante de seguir disfrutando. Las
manos y la boca de él recorrieron la nueva zona ofrecida. Un suave anticipo, un
ligero descanso, un vaporoso entreacto. En el medio una suave cavidad, donde se
introdujo en busca de la profundidad. Una rara sensación la envolvió, mezcla de
tensión, de agrado, de descarga que se extendía por su cuerpo.
Alicia abrió los ojos, no
recordaba cuándo los había cerrado, en qué gemido. Le temblaba el cuerpo.
Sentía la anticipación del momento. En un rápido gesto se despojó de la última
frontera: unas braguitas de tul y encaje. Al depositarlas al lado, en la cama,
notó que estaban, más que húmedas, mojadas. Se acordó del cinturón, tenía que
finalizar el juego tal como lo había preparado.
Le hizo moverse hasta situarle
arrodillado delante de ella, entre las piernas. Él todavía se entretuvo de
nuevo en recorrerlas. Un poco, lo suficiente para recuperar el tono. Después
empezó a recorrer el exterior a la vulva con la lengua, iniciando una sublime
espiral. Se concentró en mantener un movimiento que a veces era seguido, para
cambiar de pronto relanzando las sensaciones a un nivel superior y volver de
nuevo al principio justo antes de la explosión.
Alicia le había atrapado la
cabeza entre las piernas e intentaba mantenerle en la última posición, la
definitiva, pero el vórtice de sensaciones que la recorría le restaba fuerzas a
la vez que la mantenía trémula, convulsa, sin apenas control sobre sus
movimientos. Era una exquisita tortura que culminó en un superlativo estallido,
que la inundó en un intenso oleaje de sensaciones.
Sin sentido del tiempo y perdida
la conciencia, Alicia se sintió flotar en un enorme vacío, con la única unión
al mundo real del cuerpo que sentía a su lado.
Poco a poco, la respiración se
fue normalizando y volvió a ser consciente de sí misma y de su alrededor.
Vicente estaba tumbado a su lado, con la cara hacia ella. ¿Cuánto tiempo
llevaban así? No importaba. Se giró hacia él. Cuerpo contra cuerpo. El abrazo
los unió en cuerpo y alma, un todo inseparable. Cerraron los ojos. La partida
había finalizado, pero pronto habría un nuevo juego y saber las fichas que
llevaría cada uno.
Selin
.
Me ha encantado tu relato Selin. La forma en que narras las escenas, la fluidez con la que hermanas las palabras hace de tu escrito una historia real en la que te ves inmersa. Se palpa la sensualidad y se reflejan los sentimiento. Lo dicho me ha encantado. Nos leemos... Besos!!
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